Cuando uno conoce a una persona, suele forjarse cierta
imagen respecto a ella. Aplìcase esta costumbre, con mayor naturalidad, a dos
personas en la relación alumno-maestro, sea èsta en buenos términos o no tan
gratificantes.
Mi primera reacción al empezar a leer el libro que hoy
comento fue de absoluta sorpresa. Rafael Francisco Gòchez, para quien cruce por
aquí y no lo sepa, fue mi profesor de Letras a lo largo de mi séptimo grado; lo
considero un mentor y amigo personal a quien agradezco muchísimo su presencia.
Y aunque esta aclaración no parezca guardar relación con “del asfalto”, del
carácter que le he conocido en mi pequeño camino con èl es que surge mi
asombro.
Cierto es que el libro fue escrito hace ya algunos años,
allà por los noventas, cuando al parecer era mucho màs joven y desinhibido de
lo que me hubiera imaginado. Lo que me impacta màs es la libertad, la jocosidad
realista y la apertura con la que trata temas desde el sexo, las hormonas
alborotadas adolescentes (y los “temas” que le pueden agarrar a uno en esa
época), pasando por la sencillez y fantasìa del último cuento y la filosofía de
la vida y la muerte hasta la crìtica al dolor y la violencia de la realidad
nacional.
Esperaba desde pasar la primera pàgina, su caracterìstico
humor sarcástico y hasta satírico en algunas ocasiones y no me decepcionò. Los
subtítulos de las secciones del libro me produjeron una carcajada seguida del
consiguiente meneo de cabeza: “Ah, Gòchez”. Revivì sus clases en “Clase de literatura” y me emocionè hasta
las làgimas en uno que otro trozo romántico de la obra. Recordè o imaginè
películas intergalàcicas con “Involuciòn”. Y casi llego a vomitar en otras
escenas. En fin, para enfatizar y no redundar
tanto:
Un verdadero collage que lo lleva a uno
en un viaje entretenido, crudo, divertido, dramático, realista, sencillo y
complicado, Algo asì como un experimento friamente calculado (y de hecho, no
mandemos a volar el “experimento” entre sus páginas que aùn no termino de
entender) Un pastel bastante exòtico con su toque salvadoreño. Un muy buen
libro.
Ahora, sòlo me queda reemprender la búsqueda afanada de
mi ejemplar, pues creo que èste, asustado por la voracidad de mis asedios, se
ha escondido en alguna parte recóndita de la casa para escapar de una maratòn
de lectura.
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