jueves, 12 de enero de 2012

Aventuras e incursiones de la Sra. Ardilla en el comedor...

(Escrito el 23 de diciembre)



Hola, queridos bloggers. Espero que estén disfrutando del ambiente que reina estos días: estamos ya a escasas horas de Nochebuena-

Sin embargo, en contra de lo que la tradición aconsejaría (es decir, hablar de este tiempo de Paz, Amor, Santa Claus, Jesús, regalos, etc), esta entrada no es precisamente navideña. Es simplemente, una recopilación de acontecimientos graciosos relacionados con una roedora que asecha cerca de mi casa (el título lo explica de forma clara y concisa). Así que, sin más preámbulos, vamos al grano.

Asalto Primero
(Todas sus intrusiones se realizaron cerca de las diez u once de la mañana)
En la casa se respira la tranquilidad (a veces un tanto relativa) de siempre. La anciana y venerable abuela está sentada cómodamente en algún lugar de la cocina, leyendo. De pronto, oye un golpe plástico. Extrañada, alza la cabeza y se encuentra con la Sra. Ardilla, quien, aprovechando la quietud y la falta de vigilancia, se ha introducido sigilosamente a través de la ventana y ha saltado hacia la panera que está encima de la mesa, provocando el sonido.
Estupefactas ambas, abuela y ardilla, se miran fijamente durante una fracción de segundo antes de reaccionar como corresponde. La abuela, naturalmente, trata de espantarla. La Sra. Ardilla brinca hacia la mochila de viaje de la nieta que cuelga inanimada del respaldo de una silla; es arremetida de nuevo por la señora y reconoce la derrota, emprendiendo la huida por el mismo lugar donde se había metido.

Asalto Segundo
A la mañana siguiente, el pequeño mamífero deja en claro que no está dispuesto a rendirse tan fácilmente. Esta vez actúa con más cautela, decidido a no dejarse ver tan pronto. Motivada (según mi humilde opinión) por la fugaz visión de la fruta existente el día anterior, y gracias a ello contando con un objetivo, aterriza esta vez sin ruido alguno en el anaquel contiguo a la ventana donde los guineos esperan su destino final. Con sumo cuidado procede  cortando un buen trozo y pelándolo, mas ¡oh desgracia!, su cola, tan necesaria para el equilibrio pero en ocasiones tan inoportunamente larga, la ha delatado ante los ojos de la abuela. Profiere ésta la exclamación de ¡ARDILLA!, suficiente para ahuyentar a la aludida.
La Sra. Ardilla brinca de nuevo hacia fuera, huyendo por su vida; eso sí, procurando llevarse su botín, obtenido con tanta planificación. La suerte está en su contra, sin embargo, y en uno de sus saltos la preciada comida se desliza de entre sus patas, quedando sin remedio en una de las gradas del patio para infortunio de nuestra protagonista.

Asalto Tercero
Alentada valientemente por la consigna de “la tercera es la vencida” (además de su hambre evidente), la Sra Ardilla ataca de nuevo, a menos de cinco minutos de su último intento. Desgraciadamente, no obtuvo una recompensa por perseverancia: la abuela, ya repuesta de la sorpresa última relacionada con la animalita, y sin siquiera pensar en ello, aparece casualmente en el radio circundante, y la atrapa  in fraganti cuando la pobre, inclinada ya sobre su banquete  de consuelo por la pérdida de su guineo y con dientes y patas listas, se disponía a hincarle los incisivos a  la apetitosa papaya amarilla.
Mi ancestra, entonces, divertida pero ya un tanto exasperada, da la voz de “¡ANIMAALA!”, con lo cual la Sra Ardilla efectúa su última desaparición hasta ahora.

Sin embargo, a pesar de la falta de indicios de una próxima aparición, hemos tomado las medidas que hemos considerado más prudentes: los guineos y los plátanos fueron guardados en la refrigeradora, así como también la papaya, ya partida. La madre de mi madre planea darle un escobazo si se aproxima a la puerta; era la única vía posible de acercamiento ya que las ventanas permanecieron cerradas permanentemente (hasta que el sofoco se hizo inaguantable). La casa está algo paranoica, pero en cualquier caso, le doy las gracias a la animalita por introducir una nota jocosa que está presente a causa de sus travesuras.