Nota importante: Tómese en
cuenta el hecho de que al momento de escribir esta nota, la ira, el shock y el
dolor de la autora respecto al tema. La nota se ha conservado tal cual para
preservar su esencia original. Se respeta cualquier crítica constructiva y amable
por
las emociones expresadas.
Primeros días de
enero, 2012
¿Qué mejor manera
de iniciar el año que marca el veinte
aniversario de los Acuerdos de Paz que derrumbando una obra originaria
del lugar donde se firmaron? ¿No les parece una idea genial?
Puede que Monseñor
Escobar Alas no se haya parado a pensar en las consecuencias de una orden tan
inaudita. Puede incluso que no se diera cuenta de la… aberración que se forjaba
en su mente. Puede que haya perdido la conciencia y la cordura por un minuto;
precisamente en el instante en que las palabras salieron de su boca. En
cualquier caso y como sea, la regada que ha cometido sobrepasa los límites de
lo creíble.
¿En qué cabeza
cabe, señores y señoras, destruir la obra de un artista, de un pueblo, sin
siquiera dignarse anunciárselo? Más aún, de un día para otro y frente a las
miradas estupefactas de los transeúntes y reporteros y cámaras que llegaban
presurosos a documentar la hazaña: los
mosaicos de Catedral Metropolitana, convertidos en casi un ícono de
salvadoreñidad y en proceso de ser Patrimonio Nacional, siendo brutalmente
arrancados, destrozados y echados sin compasión en una montaña de ripio
inservible.
Incluso una, que se
enteró gracias a la precisión de las cámaras de TV, se estremecía, parada y
muda de indignación ante semejante espectáculo.
Las imágenes trascurrieron
una tras otra, y sin haber puesto la noticia desde el principio, yo intuí
perfectamente la magnitud de lo sucedido.
Ah, pero lo mejor
vino a la hora de escuchar las disculpas de nuestro alado representante
católico. Si antes me quedé en shock con las imágenes, ahora lo quería ahorcar.
¿Lo que dijo? Se estaba disculpando por no haber avisado a don Fernando Llort
de la muerte de su obra. Sí, señor hay que disculparse de no avisar que se va a
cometer un crimen pero no del crimen en sí.
Las protestas se
han dejado ver en todo su esplendor. Dicen que ni Goyito (es decir, Mons.
Gregorio Rosa Chávez) justifica semejante metedura de pata; y la verdad es que
la razón que dio nuestro arzobispo no puede ser más absurda: “Es que se le
estaban cayendo algunos mosaicos”. Tomen nota: si, por ejemplo. la pintura de
su casa se está descascarando, manden a despintar la casa entera o mejor,
derrúmbenla.
Es muy posible, y
casi necesaria, la destitución de Monseñor por su error garrafal. Le ha dado a
nuestra gente, especialmente al pueblo de La Palma, a don Fernando Llort (lo
admiro por que no le de un infarto) y a la cultura nacional, un gancho (o
llave, en términos de lucha) al hígado.
Y personalmente,
pienso que ya es hora de que le den a Don Goyito el puesto que se merece
después de tantos años.