sábado, 21 de abril de 2012

Un "gancho" al hígado

















Nota importante: Tómese en cuenta el hecho de que al momento de escribir esta nota, la ira, el shock y el dolor de la autora respecto al tema. La nota se ha conservado tal cual para preservar su esencia original. Se respeta cualquier crítica constructiva y amable por 
las emociones expresadas.


Primeros días de enero, 2012

¿Qué mejor manera de iniciar el año que marca el veinte  aniversario de los Acuerdos de Paz que derrumbando una obra originaria del lugar donde se firmaron? ¿No les parece una idea genial?

Puede que Monseñor Escobar Alas no se haya parado a pensar en las consecuencias de una orden tan inaudita. Puede incluso que no se diera cuenta de la… aberración que se forjaba en su mente. Puede que haya perdido la conciencia y la cordura por un minuto; precisamente en el instante en que las palabras salieron de su boca. En cualquier caso y como sea, la regada que ha cometido sobrepasa los límites de lo creíble.

¿En qué cabeza cabe, señores y señoras, destruir la obra de un artista, de un pueblo, sin siquiera dignarse anunciárselo? Más aún, de un día para otro y frente a las miradas estupefactas de los transeúntes y reporteros y cámaras que llegaban presurosos a documentar la hazaña:  los mosaicos de Catedral Metropolitana, convertidos en casi un ícono de salvadoreñidad y en proceso de ser Patrimonio Nacional, siendo brutalmente arrancados, destrozados y echados sin compasión en una montaña de ripio inservible.
Incluso una, que se enteró gracias a la precisión de las cámaras de TV, se estremecía, parada y muda de indignación ante semejante espectáculo.

Las imágenes trascurrieron una tras otra, y sin haber puesto la noticia desde el principio, yo intuí perfectamente la magnitud de lo sucedido.

Ah, pero lo mejor vino a la hora de escuchar las disculpas de nuestro alado representante católico. Si antes me quedé en shock con las imágenes, ahora lo quería ahorcar. ¿Lo que dijo? Se estaba disculpando por no haber avisado a don Fernando Llort de la muerte de su obra. Sí, señor hay que disculparse de no avisar que se va a cometer un crimen pero no del crimen en sí.

Las protestas se han dejado ver en todo su esplendor. Dicen que ni Goyito (es decir, Mons. Gregorio Rosa Chávez) justifica semejante metedura de pata; y la verdad es que la razón que dio nuestro arzobispo no puede ser más absurda: “Es que se le estaban cayendo algunos mosaicos”. Tomen nota: si, por ejemplo. la pintura de su casa se está descascarando, manden a despintar la casa entera o mejor, derrúmbenla.

Es muy posible, y casi necesaria, la destitución de Monseñor por su error garrafal. Le ha dado a nuestra gente, especialmente al pueblo de La Palma, a don Fernando Llort (lo admiro por que no le de un infarto) y a la cultura nacional, un gancho (o llave, en términos de lucha) al hígado.

Y personalmente, pienso que ya es hora de que le den a Don Goyito el puesto que se merece después de tantos años.